Crecemos y renovamos la vida, realizando intercambios de afectos, habilidades, esfuerzos, trabajos, productos y conocimientos. En esta interrelación construimos valor y generamos riqueza…
Las relaciones de intercambio de cualidades, despiertan y actualizan el valor dentro de nosotros, a la vez que producen riqueza fuera de nosotros.
Entiendo por valor, el desarrollo de cualidades físicas, como la destreza de nuestro cuerpo, para realizar un trabajo bien hecho; de cualidades afectivas, como la actitud abierta, para aceptar y entender al otro; de cualidades intelectuales, como la percepción posible, de justicia, cooperación y equidad en nuestras relaciones de intercambio.
Entiendo por riqueza, el producto del valor material afectivo o intelectual de nuestros esfuerzos al desarrollar nuestras cualidades y responder en armonía con la vida dentro y fuera de nosotros.
Cuando la riqueza como producto, se convierte en un medio al servicio de la vida, lo que producimos es nuevo valor y con él, nueva riqueza. Cuando al contrario, la riqueza se convierte en un fin sinónimo de valor y ponemos la vida a su servicio, lo que producimos es codicia y con ella todos sus derivados…
Si observamos la situación actual, podemos ver el producto de nuestras relaciones de intercambio: Hemos perdido valor, en la medida en que ha aumentado la riqueza, pero también la pobreza. Esto quiere decir, que en parte, confundimos el medio con el fin. La finalidad de la vida no es hacerse rico en la medida en que otro se hace pobre; sino que todos desarrollemos el valor necesario y el crecimiento, en armonía con la naturaleza, el entorno y los demás seres vivos.
Nosotros somos el problema y también la solución; solo hay que darse cuenta si en nuestra relación de intercambio, producimos codicia y desigualdad, o valor, y armonía vital…
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